La gran avenida de 1926 hizo saltar las alarmas ante la proximidad de la Exposición Iberoamericana (1929). Además, en ese mismo año se había inaugurado la corta de Tablada, gran obra hidráulica con la cual se tenía la esperanza de controlar las inundaciones, pero no daba esa impresión, aunque a la larga realmente mejoró la evacuación evitando el meandro de Los Gordales, que prácticamente estaba cegado.
En la segunda mitad de siglo se constituyó la dársena, tras el aterramiento de Chapina y entrar en funcionamiento la esclusa (1951). Aunque el número de crecidas disminuyó considerablemente y la protección aumentó, todavía hay que señalar las inundaciones de 1961 y 1963, aunque la primera no fue motivada por el Guadalquivir, sino por la rotura de un dique de contención del arroyo Tamarguillo, el cual provocó graves destrozos, la pérdida de multitud de viviendas, y víctimas mortales.