Clientela fija.
Esta selección visual, en realidad otro encuadre, postalizado en 1928 por el fotógrafo francés Loty, presenta una tertulia en torno a un velador de un grupo de parroquia-nos ante el bar San Isidoro, propiedad de Isidoro Martínez, en la actual calle don Fadrique.
El número de tabernas en Sevilla es uno de los más altos del país. La explicación antropológica podría estar en el hecho de que nuestra cultura sea heliocéntrica, lo que la distingue radicalmente de los países criocéntricos.
Dentro de los establecimientos de bebidas espirituosas, las tabernas ocupan el primer lugar y tienen una clientela fija que acude prácticamente a diario a tomar vino o cerveza mientras se charla de todo lo imaginable, siempre practicando el rito de no hacer nada y esperar no se sabe qué.
Ya en 1851, según la guía de Vigil y Montoto, había más de cuatrocientas tabernas para un censo aproximado de cien mil personas, es decir, una taberna para algo menos de cada trescientos vecinos.
La fotografía nos sitúa en el arrabal de la Macarena, ante un grupo de trabajadores sentados y un soldado a la espera de la consumición.
Todo esto envuelto en una magnífica atmósfera bien registrada en la emulsión sensible, donde se advierte el Arco de la Macarena, la calle San Luis y un trasiego intenso de personas y animales domésticos.