Sevilla, la Atenas española, como fue llamada en lo antiguo; la que mereció que el inmortal autor del Quijote la comparara con «Roma triunfante en su mayor alteza»; la cuna de tantos héroes, santos y varones famosos, debe su fundación à Hércules de Libia, el cual, por el cariño que profesaba à su hijo Híspalo, le dio el nombre Híspalis o Híspala, haciéndola capital y residencia de la corte de los monarcas que de su dinastía procedieron. Hay quien afirma que los fenicios, penetrando por el Guadalquivir para ejercer su comercio, fundaron en el sitio donde hoy se alza la ciudad una colonia, siendo esta la base de la primitiva Sevilla.
Durante la dominación cartaginesa las provincias andaluzas se vieron muy favorecidas, pues a ello contribuía la hermosura de su suelo y lo agradable de su clima; mereciendo que el gran Aníbal hiciese largas estancias en Sevilla, la capital más importante de la Bética.
Conquistada la parte Sur de España por los Romanos, y dividido el territorio de la Bética en cuatro conventos jurídicos, fue el principal de ellos el de Híspalis, en cuyo municipio se reunían los Pretores que gobernaban la España ulterior y sus habitantes gozaron de los derechos de los ciudadanos romanos, que por aquella época era la más alta distinción que se disfrutaba. Julio Cesar cercó la ciudad con una muralla compuesta de dos muros almenados, uno más pequeño, ò barbacana; y otro de más elevación, y entre ambos un foso: según Rodrigo Caro, el circuito de ellas era de unos 7.314 metros, teniendo 166 torres repartidas por él de estas murallas se conservan algunos trozos en lo que hoy se denomina Ronda de Capuchinos, entre la puerta de la Macarena y el sitio que ocupó la antigua Córdoba.
De la estancia de los Vándalos y los silingos en nuestra ciudad, nos dan multitud de noticias el gran San Isidoro y Ambrosio de Morales. Durante la dominación visigoda sufrió el martirio en Sevilla, San Hermenegildo, hijo de Leovigildo. Aún se conserva en la Iglesia del nombre del Santo, situada junto al sitio que ocupó la antigua puerta de Córdoba, la cueva donde estuvo encerrado el rey antes de su decapitación.
Dueños los árabes de Sevilla por espacio de 534 años, fundaron escuelas (según los historiadores árabes) donde se cultivaban las ciencias, las artes y la agricultura, y establecieron la residencia del califato hasta que muerto Abdulaziz pasó a Córdoba. -El gobernador general de España Abdulaziz hizo construir para que le sirviera de morada, el Alcázar, que, según unos historiadores, llegaba hasta cerca del lugar que ocupa la Torre del oro, levantada para defender la entrada del puerto.
La suntuosa morada mandada construir por Abdulaziz, ha sufrido multitud de reformas: de ahí la diversidad de estilos que en ella se observa. Las más importantes fueron las realizadas en tiempo de Fernando lll, quien mando construir algunos departamentos que llevaron el sello de la arquitectura gótica, y la que en tiempos de Don Pedro l, el cruel ò el justiciero, fue ejecutada por encargo de dicho monarca con objeto de hermosear el palacio, para lo cual hizo venir de Granada à los más famosos arquitectos árabes. Dicha reforma quedo terminada en 1364, habiendo durado doce años.
En el año 1248 fué rescatada Sevilla del poder de los árabes por las huestes cristianas, acaudilladas por Fernando lll, el Santo, residiendo en ella desde entonces, hasta Enrique ll, la corte del reino castellano. Por la muerte del Rey Santo pasó la corona à su hijo Alfonso X, el Sabio en 1252, el cual creo escuelas de latín y árabe. A él se le atribuye la formación del famoso código de las Partidas, aunque hay quien cree que este fué obra de tres alcaldes, uno de ellos el de Sevilla. Durante el reinado de D. Alfonso se engrandeció la ciudad de tal modo, que era uno de los centros de mayor ilustración de aquella época. Las disensiones ocurridas entre este monarca y su hijo Sancho lV, el Bravo , hicieron que casi todas las provincias se pasaran al lado del hijo , quedando solamente fiel al padre la ciudad de Sevilla , siendo entonces cuando se le dió el escudo que hoy ostenta , NO8DO , que quiere decir , no me ha dejado , agregando el rey que era la más noble , la más digna , la más española de todas las provincias ; y como muestra del afecto que profesaba a la ciudad , basta citar el final de una carta dirigida à D. Alonso Pérez de Guzmán , en la que decía : «fecha en la mi leal Cibda de Sevilla , à los 30 años de el mío reinado y el primero de mis cuitas» .
El 1º de enero de 1481 se estableció en Sevilla el Tribunal de la Inquisición, instalándose en un principio en el convento de San Pablo y pasando después à ocupar el castillo de Triana, según pudo comprobarse por una inscripción latina que se leía en la puerta principal de èste y que fué traducida por Ortiz de Zúñiga.
En mayo de 1492 los Reyes Católicos enviaron a Sevilla al gran almirante del mar Océano, para que el asistente y el cabildo de la ciudad le permitiese «sacar de ella los mantenimientos que hubiese menester para los navíos que tenía orden de aprestar» en el puerto de Palos (perteneciente à Sevilla) para el descubrimiento de América. En Abril de 1493, regresó Colon à Sevilla de vuelta de su primer viaje, y después de marchar à visitar à los reyes, que se encontraban en Barcelona, regreso en el mes de julio à nuestra capital, donde se equipó otra flota con la cual emprendió el segundo viaje al nuevo continente. El mayor número de las personas que acompañaron a Colon en esta expedición eran sevillanas. También salió de este puerto, en mayo de 1498, la tercera expedición para el Nuevo Mundo.
En el año 1500 Dª. Catalina de Rivera fundó el Hospital de las cinco llagas vulgo de la Sangre; y en 1502, aprovechando la estancia en Sevilla de D. Fernando y Dª. Isabel, el Arcediano D Rodrigo Fernández de Santaella, solicitó y obtuvo de SS. AA. una cédula en que se autorizaba la fundación de una Universidad de letras, en la cual en un principio «hubiese cátedras que se leyese Teología, è Cánones, è Leyes, è Medicina è otras artes liberales». Además: durante el reinado de los Reyes Católicos, se dieron Las Ordenanzas de Sevilla y se creó una oficina para tratar los asuntos mercantiles y en particular los negocios de Indias, siendo este el origen de la Casa de Contratación.
La más esplendorosa de las mezquitas árabes fué luego nuestra magnifica catedral. Consagrada al culto católico en 1248, llegó a ser la más rica y opulenta de España. En 1401 determinó el Cabildo reedificarla à su costa, durando la obra ciento tres años y terminándose el 10 de diciembre de 1506.
Siendo asistente de Sevilla, en 1527, D. Juan de Silva y Rivera, se acordó por los señores veinticuatros que formaban el Consejo, levantar unas casas en que pudiera reunirse para celebrar sus sesiones el ayuntamiento sevillano, empezándose sus trabajos y quedando casi en el estado que hoy se encuentran, en 1564.
Reinando Felipe ll y à expensa de los mercaderes sevillanos, se construyó la Casa Lonja o Consulado. Trazó el plano el famoso Herrera, y dirigió los trabajos, que empezaron en 1585, Juan de Mijares; terminándose en 1598. Pertenece al género de arquitectura greco-romano.
Felipe V, mandó construir la fábrica de Tabacos, trazando los planos el arquitecto Wrandembor, encargándose después de los trabajos, en 1725, D. Vicente Acero, y por muerte de este, D. Juan Vicente Bengochea, terminándose en 1757 .
Respecto a la denominación de Sevilla, se refieren los historiadores que al salir Julio Cesar de la ciudad para dirigirse a Roma, se le presentó una vieja andrajosa, gritándole que se detuviera. A sus voces, el caballo que montaba el conquistador romano paro de repente. Preguntada qué quería, respondió: «Soy una sibila de espíritu profético animada; vengo a decirte que no vayas a Roma, donde esperan por ti muchos puñales», y dicho esto desapareció.
Cuando más tarde acaeció la siniestra muerte de Cesar, se recordó la anécdota de la profetisa Sevillana, y para conservar la memoria de este suceso, denominaron a la moderna Julia Rómula Civitas Sibillae (Ciudad de la Sibila), y de aquí, según los etimologistas, con el transcurso del tiempo, se derivó la palabra Sevilla. Si no e vero...
En las ciencias, las letras y las artes, Sevilla mantiene a través de los siglos su nombre glorioso, mereciendo con justicia el dictado de Atenas Española. Difícil tarea sería la de citar los nombres de todos los sevillanos insigne que han llevado por los ámbitos del mundo la fama de la perla del Guadalquivir: queden consignados aquí los Monardes, Herrera y Murillo, como representación y símbolo de la ciencia el primero, como creador de la escuela literaria que aún perdura, el segundo, y el tercero como creador también en el arte de la pintura de la renombrada Escuela Sevillana.