Observatorio de la vida sevillana.
Este detalle esquinero entre Génova y Plaza de San Francisco, debido a Hauser y Menet, está fechado en 1892. Ha sido, de siempre, una de los puntos más típicos de la ciudad.
Testigo impertérrito de grandes acontecimientos de la plaza, constituye de por sí un verdadero observatorio, un auténtico microcosmos que incluye vendedores ambulantes, loteros, ofertas de viandas y tabaco, amén de un trasiego de todos los inquilinos que vivían en los soportales de lo que hoy es el Banco de España.
En esta esquina, estuvo sacando muelas, en la década 1840-1850, el dentista francés a caballo.
En este rincón se ha vendido lotería desde sus comienzos en el siglo XVIII, mientras personajes de todo tipo voceaban pequeñas industrias de canastos.
Estas piedras fueron razón y norte de cocheros y tranviarios de sangre y eléctricos. Por esta misma angulación ha desfilado un pintoresco catálogo de vendedores de polvos dentífricos, probadores de gafas, protésicos de muelas y esotéricos profesores en bragueros.
En esa esquina justa, el farol que aparece fue de aceite hasta 1854, de gas desde esa fecha hasta fin de siglo y, luego, tras una efímera vida de arco voltaico, pasó a ser de lámpara de Edison.