Desde los primeros balbuceos de la historia del tabaco en nuestra cultura, Sevilla se convierte en el núcleo fundamental del mundo que se crea en su entorno. Su elaboración, su difusión y su comercio estaban ubicados en un principio exclusivamente en esta ciudad Con el cambio de uso de consumir el tabaco de polvo al de humo al comienzo del S. XIX se pasa de un trabajo mecánico a artesanal por lo que, en esta nueva circunstancia, la Real Fábrica de Sevilla ya no puede abastecer la demanda y se crean diversos centros de este género en España.
Estas nuevas costumbres trajeron consigo la nesecidad de dar empleo a numerosas mujeres para la elaboración del género.
Andando el tiempo llegaron a contarse estas cigarreras por miles, influyendo en los usos y costumbres de la ciudad donde llegaron a constituir un prototipo de comportamiento femenino, inmortalizado por Merimée y por Bizet en la famosa Carmen.